Pedacito de cielo, bloque del infierno. Huraño, cobijado, helado. Quemados por el frío y por la historia, los alteños son guerreros, gente fuerte y áspera. A 4150 metros sobre el nivel del mar el cerebro empieza a fallar por la falta de oxígeno y de repente uno se encuentra en la dimensión desconocida. O lo que es lo mismo, uno se encuentra en El Alto.
Aquí se puede encontrar brujos que hacen curaciones con fetos de llamas, cortes de pelo por 25c., calendarios de 1972, chatarra corroída, polainas, soldaditos sin piernas, tatuajes de a un dólar, sopa de quinua con hueso y demás.
Llegué a La Paz un domingo de madrugada. Todo parecía prometedor. El señor taxista que me llevó al hotel amablemente conversó en el trayecto acerca de la ciudad y sus principales atracciones. El día me recibió un poco frío pero con un amanecer que se regaba por las montañas como miel de raspadura. La ventana de mi hotel tenía pintado al Illimani y a toda la Cordillera Real. Feliz de fotografiar la ciudad por primera vez salí con mochila a la espalda y una agüita para la sed y subi hasta El Alto.
“Buenas, es posible conversar un ratito con usted?” Las respuestas variaban entre: No. Váyase. No me moleste. Veinte Bolivianos le cuesta. Vaya a preguntar a otro. Que dice? Fotos? Ve Juan, te esta tomando fotos esa! No, que no! Salga de aquí, quien le dijo que podía entrar. Nooooo!!!!!
Regrese resignada, muerta de las iras y sin una foto. El siguiente día había feria, quien sabe capaz el dia anterior todos estaban de mal humor… Volví a intentarlo. “Que no!, Váyase!!! “ Pero esta vez ya no me asusté y empecé a trabajar. Y de repente empecé a sentir la magia del lugar. Me asomé a un callejón donde un señor rezaba de frente al Illimani. La niebla cubría todo con su gris espeso mientras los colores de los vestidos de las cholitas saltaban desesperados al cuadrado de la cámara. Mmm..., sabroso. Hice las paces con el universo.
Viernes, Sábado y Domingo pasaron volando entre procesiones, elecciones de reinas, el Titicaca, trucha en Tiquina y demás Bolivianidades. Conocí a gente extremadamente amable, una niña me ayudó a secar la cámara luego de que alguien me lanzó un vaso de cola en la cabeza… súper bien! Dejé de amargarme, lo que me ayudó a no estar tan cerrada a un lugar que era diferente pero no tanto.
Y por último el misterio del sombrero que no se cae. Las pobladoras de El Alto han aprendido a vencer la fuerza de la gravedad. Se ponen el sombrero en el tope de la cabeza y de lado (solo un quinto de la cabeza queda dentro del orificio) y caminan de tal manera que no se les cae el sombrero. Cargan costales y niños, y no se les cae el sombrero. Le hacen mala cara al que les quede viendo por mucho tiempo, y no se les cae el sombrero. Increíble. Entonces me atreví a preguntar, “Disculpe señora, como hacen para que no se les caiga el sombrero?” “Que dice? Nooooo! Vaya no mas a preguntar a otro. A mi no me moleste, vaya, vaya.”